¿Qué es lo que nos atrae tanto del mar? ¿Qué fuerza opera dentro de nosotros para arrancarnos del cerro y empujarnos a viajar miles de kilómetros con el único objetivo de amontonarnos durante un par de semanas a pocos metros del agua? Las respuestas posibles son innumerables. Pero quizás haya una razón común a todos, algo que se mueve por debajo de la superficie, que nos justifica, pero que no siempre advertimos: la playa suele constituir uno de esos lugares a los que siempre queremos volver, porque alguna vez allí nos sentimos felices. Tal vez por el recuerdo de las vacaciones de la infancia o de algún enamoramiento estival tan fugaz como la quincena misma. O, más cerca en el tiempo, porque es el lugar que hoy disfrutamos con nuestros hijos.
Más que un espacio físico, es posible que la playa constituya un estado mental al que regresamos imaginariamente durante todo el año cada vez que estamos angustiados, tristes, preocupados, estresados, como una especie de válvula de escape. Y esto puede estar relacionado con otro cliché estival: el de asociar las idas al mar con los libros (aunque no necesariamente con su lectura, porque ¿quién no ha llevado un libro de paseo hasta el borde mismo del agua sin llegar a leer una sola página?). Es por eso que vamos a ofrecer un decálogo - irremediablemente arbitrario- de títulos que pueden combinarse bien con la arena, con el sol y con la sal. Y también con esa necesidad primitiva y a la vez tan vigente después de la cuarta década de vida de volver -aunque sea espiritualmente- a donde alguna vez creímos encontrar algo parecido a la felicidad.
1- “La tierra natal”, de Juana Manuela Gorriti
En el ocaso de su vida, la gran escritora regresa a Salta por primera -y única- vez desde la partida al exilio con su familia cuando era adolescente. Allí intenta encontrarse por unos pocos días con los paisajes, con las personas y con los fantasmas de su infancia, entre los que se dibujan su padre, Güemes y tantos otros hombres y mujeres de los tiempos de la independencia. La alegría y el vértigo de aquella visita se combinan con el desasosiego que causa la certeza del paso irreparable del tiempo. Ideal para los que alguna vez abandonamos nuestra tierra natal y la extrañamos todos los días.
2- “Cuentos completos”, de Francis Scott Fitzgerald
El verano -o el final del verano- suele operar en Fitzgerald como una alegoría de la felicidad (aparente o real). La llegada del otoño constituye un recordatorio: la memoria suele ser un buen refugio para abstraerse del frío y de la indiferencia del presente.
3- “Cuentos”, de Ernest Hemingway
Se trata de una edición que recupera la recopilación que hizo el propio autor en 1938 de todos sus relatos. Las cacerías, la pesca, el boxeo, África, el alcohol, las guerras y los laberinto mentales del propio Hemingway replicados en sus personajes hilvanan este compendio que cuenta con una introducción firmada por Gabriel García Márquez, quien sintetiza: “La obra de Hemingway está llena de hallazgos simples y deslumbrantes”.
4- “Cuentos y relatos del norte argentino”, de Juan Carlos Dávalos
Sin desmerecer su calidad literaria, el Martín Fierro -que tanto nos hicieron leer en la escuela y que posiblemente nos conduce a nuestras infancias- constituye un recorte poético de apenas una fracción de la Argentina que ha sido elevado a la categoría de libro nacional. Pero lo que sus versos relatan no representa de ninguna manera al gaucho y al hombre rural del norte. Los jujeños, los salteños y los tucumanos necesitamos nuestros propios Martín Fierro a partir de los cuales construir la identidad de nuestros hijos. Antenor Sánchez o Amadeo Alzogaray pueden ayudarnos.
5- “El cuaderno gris”, de Josep Pla
Es -posiblemente- la obra más importante de la literatura catalana. Los dos años de la vida del autor que están condensados en esta especie de diario personal nos llevan de paseo por las calles de la Barcelona de la primera mitad del siglo XX y por las calas y los campos de l’Empordà entre arroces, cafés, tabaco, vida universitaria y charlas que atraviesan madrugadas innumerables. Es un recorte poético y sorprendente de la juventud de Pla con el que seguramente podremos tender puentes que nos conecten con nuestras propias juventudes.
6- “El paraíso en la otra esquina”, de Mario Vargas Llosa
Esta novela alterna entre las historia de una abuela y de su nieto: Flora Tristán, filósofa, escritora y feminista francesa de ascendencia peruana (sobrina de Pío Tristán, el brigadier realista vencido por Belgrano en la batalla de Tucumán) y Paul Gauguin, el genial pintor postimpresionista. Se trata de dos vidas signadas por la necesidad permanente de huir de pasados oscuros y por la búsqueda de paraísos que nunca terminan de aparecer, ni en París, ni Arequipa ni en Tahití.
7- “Un mundo para Julius”, de Bryce Echenique
La mirada de Julius, un niño aristocrático de la Lima de la década del 50, pone en perspectiva las desigualdades y las miserias de los adultos. El paso del tiempo no le quita vigencia. Y nos recuerda que alguna vez nosotros también fuimos capaces de concebir nuestras vidas de un modo mucho más transparente.
8- “Las ninfas”, de Paco Umbral
Con una prosa lírica y desoladora, Umbral hace lo que hacemos muchos de nosotros cada tanto: visitar nuestra adolescencia e intentar revivir las amistades, los deseos y los amores de un tiempo que se suele idealizar o romantizar. Umbral destruye esos estereotipos.
9- “El sol de Breda”, de Arturo Pérez Reverte
La saga del Capitán Alatriste (a la que pertenece este título y de la cual acaba de aparecer la última entrega) es un modo de regresar a las aventuras que leíamos de chicos, pero como adultos. A través de sus páginas podemos convertirnos en compañeros de pendencias de Francisco de Quevedo, por ejemplo, o enredarnos, junto al alférez Íñigo de Balboa, en las batallas que asolaron Flandes.
10- “Luz de las crueles provincias”, de Héctor Tizón
La trama sintetiza de algún modo parte de la historia de nuestra región, donde la inmigración -con todos sus desgarros a cuestas- fue configurando un nuevo escenario. Con matices, en ella pueden estar condensadas las historias que algunas vez nos contaron sobre nuestros abuelos o sobre los abuelos de nuestros abuelos. Dolorosamente bella. Como el mar.